domingo, 16 de enero de 2011

¿Quién mató a Lucía Tosi?

Lucía Tosi tenía 22 años cuando desapareció en China el 27 de octubre del 2009. Había viajado para radicarse junto a su padre, un argentino empresario del cuero, en la ciudad de Guangzhou. Juan Carlos Tosi la busca desesperadamente con ayuda de la embajada argentina. Pero la policía se mueve lentamente y el propio Juan Carlos se lanzó a una búsqueda frenética que lo llevó a contactarse con líderes mafiosos para recuperarla. Todas las pesquisas apuntan a la mafia africana de esta ciudad.




A Lucía Tosi Cilley se la tragó la tierra. “Mi hija desapareció, así de simple. Salió a cenar un 27 de octubre a la tarde y no regresó más”, aseguró Juan Carlos, su padre, a Observador Global en una entrevista exclusiva en Guangzhou.

Lucía es argentina y tenía 23 años. Había viajado a esta ciudad del sur de China a instancias de su padre, que deseaba alejarla de las drogas y las “malas compañías” que frecuentaba en Argentina. Él creyó que en China, un lugar en el que hay pena de muerte para los traficantes, su hija estaría alejada de las drogas. Se equivocaba. Juan Carlos reconoce hoy que el poco diálogo que tenía con su hija le impidió darse cuenta de que al poco tiempo de llegar a China ella buscó la forma de proveerse de droga y se relacionó con “gente peligrosa”.


Desde las seis y media de la tarde del 27 de octubre nada se sabe de ella. “Salió a comer y su teléfono celular dejó de funcionar después de las doce de la noche de ese día. Como a la mañana siguiente no había regresado, a la tarde fui a la policía a hacer la denuncia de su desaparición, a una comisaría que está cerca de las grandes discotecas y donde la mafia de los nigerianos comercia sus drogas con total anuencia policial”, asegura Juan Carlos.
El padre de Lucía hizo la denuncia y se encontró con una burocracia que lo desesperó. La policía esgrimió primero causas jurisdiccionales y luego falta de personal. La buscaron poco y nada. Juan Carlos recurrió a la embajada argentina en Beijing y tras la mediación diplomática logró que una dependencia policial cercana a su domicilio recibiera la denuncia.
Tras una semana y media la policía pudo acceder a las cámaras del subte y reconstruir el periplo de su desaparición. Allí se vio el encuentro con Estefanía, una amiga peruana con la que habló un rato largo, pero no el encuentro con la persona que finalmente, según lo que cree la familia, la haría desaparecer.“Allí comenzó una pesadilla que no termina todavía. Por consejo de la embajada Argentina en Beijing, le brindé a la policía local toda la información sustancial que disponía, ya que habíamos podido quebrar la clave de la laptop de mi hija y entrar en todos sus chats y correos electrónicos confidenciales. También a la lista de sus amigos, con teléfonos y nombres que yo cuidé mucho por ser los caminos a mi hija.
Había un nigeriano que le proveía la marihuana y que le ofrecía siempre nuevas drogas más excitantes. Fue mi principal sospechoso y llegué a comunicarme con él porque tenía su teléfono. Por supuesto él negó conocer a mi hija a la que en los chats hasta le ofrecía matrimonio, y después se desprendió de la memoria de su teléfono”, rememora Juan Carlos, quien además asegura que esta persona le insistía a Lucía para que fuera a su casa a probar heroína. El padre de Lucía perdió el contacto con el único sospechoso y la policía no se molestó en buscarlo para indagarlo.
Cuando las autoridades le dijeron no podían hacer mucho más ya que tenían en su haber los expedientes de más de 100.000 personas desaparecidas, Juan Carlos decidió salir a buscar a Lucía por sus propios medios. Este empresario del cuero conocido por toda la comunidad argentina residente en China revolvió cielo y tierra y logró contactar a un grupo de líderes de la mafia de la ciudad. “Visitamos a fuertes capo mafias relacionados con un amigo próximo chino, los que durante unos días se dedicaron a ver si mi hija estaba dentro de las chicas occidentales que tienen presas en los prostíbulos, pero me contestaron que la mafia china no la tenía, y que ellos no se metían con la mafia negra que era muy numerosa y muy fuerte y ocupaba varias ciudades. Yo tenía el presentimiento que la amiga peruana de mi hija que decía no saber nada mentía y que sabía más de los que nos decía. Sabía también que el nigeriano proveedor era la pieza central, pero no lo podía localizar.
Juan Carlos, lamenta que Estefanía, la amiga de su hija, regresase a Perú sin haber dicho “todo lo que sabe.” Este padre desesperado trató de contactar a la mafia africana (que se cuida de vender drogas a los turistas y no a los chinos para evitar las penas más altas y que está involucrada con la prostitución) pero el ambiente es muy peligroso y no pudo dar con jefes que lo orientaran en sus pesquisas. Todos los días salía a pegar afiches con el rostro de su hija y sus señas particulares en bares y negocios, esperando que alguien le de alguna información a cambio de recompensa.
La Nochebuena pasada fue la peor de su vida para el empresario argentino Juan Carlos Tosi. Ese día, miembros de la Policía local de Guangzhou, China, le informaron que su hija Lucía, que se encontraba desaparecida desde el 27 de octubre de 2009, estaba muerta.

Le mostraron las fotos de la joven en la morgue y el certificado de defunción que explicaba que había fallecido pocas horas después de su desaparición, por causas naturales. Le dijeron que había sido encontrada muerta en la calle y que la morgue de Foshan procedió a incinerar el cadáver, sin autopsia.

“Es muy sorprendente que el cuerpo de una extranjera de 22 años no haya tenido una autopsia antes de la cremación,” comenta a PERFIL Steve Vickers, ex policía en Hong Kong y presidente de la empresa de seguridad FTI International Risk.

Para Tosi, también hay cabos sueltos en la explicación del fallecimiento de su hija, y asegura que quiere averiguar qué fue lo que verdaderamente ocurrió con Lucía, tal como hizo aquella noche no bien se enteró de que su hija no había vuelto a su casa después de ir a cenar con amigos.